Estamos tristes porque lloramos
Habitualmente pensamos que las emociones que sentimos provocan cambios en nuestro cuerpo: cambios fisiológicos, posturales, gestuales.
Pero hace ya bastante tiempo (1884) que el psicólogo William James lo planteó a la inversa y dijo que la percepción del cambio corporal que provocan ciertas situaciones es lo que lleva a la experiencia emocional.
Según la manera de verlo habitual diríamos que lloramos porque estamos tristes. Según William James, estamos tristes porque lloramos.
No es mi intención adentrarme en este interesante tema de discusión que ha generado un sinfín de investigaciones. Más bien quiero extraer algunas ideas que puedan sernos útiles en nuestro día día.
Cambiar la cara para alcanzar la serenidad
Dado que los cambios corporales y las emociones están asociados; y que algunos de estos cambios ocurren en la cara (cara de asco, de susto, de alegría, etc.); y dado también que algunas investigaciones apoyan la hipótesis de que ciertas configuraciones faciales aumentan la intensidad con la que sentimos ciertas emociones (otras intentan demostrar que esa configuración facial crea la emoción congruente); creo que no está de más que lo tengamos en cuenta si queremos generar en nosotros ciertas emociones placenteras, o cuando queramos suavizar las que consideremos desagradables.
En fin, que podemos provocarnos una emoción de alegría si insistentemente sonreímos, ya que nuestro cerebro interpretará que movemos nuestros músculos cigomáticos (músculos implicados en la sonrisa) porque estamos alegres (siguiendo a James).
Si lo que configuramos es una máscara facial neutra, en donde no se exprese emoción alguna, entonces provocaremos quietud y serenidad en nuestra mente.
Y esta es la razón por la que os propongo el ejercicio que Van Lysebeth incluye en su libro “Mi sesión de yoga”.
La práctica
Este ejercicio se puede hacer en cualquier lugar y en cualquier momento del día.
También puede ser útil hacer una parte del ejercicio sin completarlo. Aunque, si se hace completo y justo antes de dormirse, puede proporcionar sus máximos efectos positivos.
- Neutralizar los labios. Ponedlos horizontales, lo que corresponde a una posición de sonrisa naciente. Un esbozo de sonrisa interior.
- El mentón. Dirigid el pensamiento hacia la carne del mentón, para relajar allí todos los músculos. Más que el aflojamiento muscular, lo importante es la presencia de ánimo en ese lugar, en otras palabras, la interiorización.
- El maxilar inferior. Aflojad la presión de los dientes. Subid con el pensamiento, en forma simétrica, a lo largo de la arista del maxilar inferior, en dirección a las orejas. No dejad que la percepción de un lado predomine sobre la del otro.
- Las orejas. Tomad simplemente conciencia de la existencia de las dos orejas, nada más.
- Las sienes. Salid de las orejas llevando simétricamente el pensamiento hacia las sienes. Deteneos en las sienes esforzándoos por sentir con igual intensidad el lado derecho y el izquierdo. Tratad de percibir las pulsaciones de la sangre.
- La frente. Partiendo de las sienes, y sin olvidar la simetría, conducid lentamente el pensamiento hacia el centro de la frente. Al pasar sobre ella, procurad relajarla y alisarla en toda su superficie. El pensamiento vuelve a reunirse en mitad de la frente, en la línea media. Descended por esta línea, hasta el nacimiento de la nariz.
- Los ojos. Tomad conciencia de los párpados que mantendréis cerrados, pero sin apretarlos. Debéis sentirlos ligeros como alas de mariposa, tocándose apenas. Aflojad los párpados inferiores así como los superiores. Tomad conciencia de que los ojos son globos. Dad interiormente, con la imaginación, la vuelta a los dos ojos, sintiendo su volumen y su peso. Acariciad con el pensamiento vuestros globos oculares. Intentad percibir las pulsaciones de la sangre alrededor del ojo.
- La nariz. Llevad el pensamiento de forma simétrica al ángulo interior de los ojos. Desde allí, seguid la arista y descended hacia la punta de la nariz. Tomad conciencia de las dos aletas de la nariz y relajadlas.
- Las mejillas. Subid hacia los pómulos, y respetando la regla de la simetría escrupulosamente, el pensamiento debe recorrer las dos mejillas, relajándolas. Las mejillas quedan flojas.
- La boca. Volved a tomar conciencia de los labios. Concentraos en el volumen de la cavidad bucal, limitada por las mandíbulas y el paladar. Dirigid la atención sobre la lengua y su raíz, muy hacia atrás, en el fondo de la boca. Sentid la lengua entera y dejad que se aplaste dentro de la boca, como un lenguado sobre la arena del fondo del mar. Se la ha de sentir flexible y cálida, blanda en toda su superficie.
(Repetir el recorrido.)
Tomad conciencia del conjunto de la máscara facial neutralizada.
Impregnaos del clima interior que se desprende de la inexpresividad facial.
Podéis escuchar esta práctica siguiendo el siguiente enlace: