Cuando me pregunto que quién dentro de mí pregunta, veo que es un pensamiento que está mirando a otro pensamiento que, a su vez, es mirado por un primo hermano. Es como contemplarse en un espejo: yo mira a yo y lo ve como a otro que ve a yo como a un tú (como yo a él). Ambos somos yo; ambos somos tú.
-Entonces, ¿quién ve cómo yo y tú se miran mutuamente?
-Él, el primo hermano, que de inmediato se convierte en yo.
-Así que yo estoy en todas partes. Mire a donde mire no veo mas que a yo.
Con naturalidad surge otro pensamiento interrogante: -¿Quién soy yo?- Y con otro pensamiento, éste aseverativo, contesto: -Yo soy el que pregunta y también el que contesta.
-¿Quién es, entonces, el que pregunta y el que contesta tan amablemente?
-Por supuesto, soy yo; es decir, otro pensamiento; aunque éste parece estar sentado en una silla de madera en medio de una habitación vacía y llora: me recuerda a un pájaro enjaulado. (El cuerpo azul del anciano confinado entre gruesas líneas negras. El ímpetu de la hoguera reducido a cuatro trazos. La luz espesa y blanca untada en la ventana con negligencia. El llanto verde del anciano).
-Y ¿qué hace?
-Está pensando que el mundo entero lo crea él con su imaginación.
-No parece muy recomendable dedicarse a eso, ¿por qué lo hará?
– Tal vez no lo pueda evitar. O estará aburrido.
-Será de tanto mirarse al espejo… Convendría que se diera cuenta de que es un cuadro de Van Gogh… ¡Que salga a dar un paseo!
-Sí, eso es lo que haremos, si conseguimos encontrar la salida.
Cuando me pregunto que quién dentro de mí pregunta, veo que, en el centro de no sé donde, se me abre un sumidero por donde todo yo me cuelo. Glup, glup. Glup.