Niños estresados y que molestan
Parece que nos hubiésemos propuesto que los niños dejen de serlo y se adapten al ritmo de vida frenético de los adultos, y lo estamos consiguiendo: cada vez hay más niños estresados.
Estamos creando un mundo en donde los niños molestan con sus demandas de atención y de ternura.
Pongo un ejemplo no especialmente importante, pero que me parece tristemente sorprendente: proliferan los hoteles que prohíben la entrada a los niños. Lugares pensados para que los adultos puedan descansar de sus atareadas vidas sin la molestia que supone las risas, los juegos o los llantos de los niños.
Adultos golpeando con la cabeza el duro cristal de la realidad. Esa realidad que se obstina en poner límites a lo que se puede hacer o consumir en un día. Adultos cayendo como moscas extenuadas que educan a sus hijos para que sigan intentando romper el cristal a cabezazos. Algo así como si dijeran “Yo no lo consigo, pero mi hijo sí que podrá”.
Lo que un niño y yo necesitamos
Si con mis sesenta años permaneciera sentado toda la mañana atendiendo a cosas aburridas que tengo que aprender ¡sabe dios por qué!; y luego comiera con la compañía ruidosa de mis colegas (con los que ya he compartido toda la mañana); y más tarde, al acabar mi jornada laboral, me viera obligado a ir a clase de música, o de baile, o, aún peor, clases particulares para volver a darle vueltas a las cosas que tanto me aburrieron por la mañana; y luego, para más inri, al llegar a casa tuviera que seguir haciendo cosas relacionadas con mi trabajo… (Menos mal que estoy sentado mientras me imagino semejante jornada, porque acabo de tener una lipotimia y el agobio se ha aferrado a mi garganta como si quisiera estrangularme).
Yo, a mi edad, necesito salir a tomar el aire varias veces al día para dejar que mi cuerpo se desperece como un potro salvaje.
Necesito estar en silencio jugueteando con mi propia imaginación.
Necesito charlar sin prisas con mis seres queridos.
Necesito dormir, jugar, amar, cultivar mi mente, entrenar mi cuerpo.
Necesito mucho tiempo para relacionarme con otras personas, con la naturaleza, con la calma.
Si yo, a mi edad, necesito todo eso ¿acaso los niños necesitan menos?
Un mundo visto con los ojos de un niño
¿El mundo que estamos construyendo es el más adecuado? ¿Cómo podríamos mejorarlo?
¿Tendríamos, los humanos, que cambiar de rumbo por el bien de nuestro planeta?
¿Cómo sería llevar una vida sensata?
Propongo una manera sencilla de responder a estas preguntas: Imaginemos la realidad vista con los ojos de un niño. Imaginemos un mundo donde los niños se sientan felices y donde sus necesidades estén atendidas. Ese será, sin ninguna duda, un mundo bueno para todos: adultos, niños, ancianos, plantas, animales…
Los niños pueden ser nuestros más sabios consejeros.
Construyamos un mundo a la medida de los niños y saldremos todos ganando.
Vivamos al ritmo de los niños y nos irán las cosas infinitamente mejor.
¿Qué te parece empezar por prestar más y mejor atención a los sentimientos de los niños que nos rodean? Si te parece una buena idea te invito a leer el siguiente artículo: