A veces el organismo no puede recuperarse
Activarnos intensamente, es decir poner en marcha los mecanismos del estrés, cuando nos encontramos ante una situación que supone una gran demanda es una cosa muy deseable, aunque no deja de suponer un gran gasto de recursos para nuestro organismo.
Si esta activación ocurre de pascuas a ramos, el organismo se recupera entre dos momentos de activación seguidos.
Por ejemplo, sales de tu casa y te encuentras en el suelo una serpiente de las que son capaces de tragarse a un burro, y casi la pisas. Como es lógico, la respuesta de estrés se pone en marcha y pegas un brinco descomunal que te aleja prudentemente de la serpiente. Tardarás un buen rato en recuperarte del susto, pero te recuperarás.
Pero si cada vez que sales de casa te encuentras con una sorpresa desagradable y peligrosa, entonces no hay manera de recuperarse.
O si no se repiten mucho las sorpresas pero sí que dura la situación peligrosa (como sería el caso de que te dejaran encerrado en un cuartito con la serpiente de antes), tampoco tendrías ocasión de reponer los recursos gastados, con lo cual se acabarían agotando.
Y cuando esto sucede puede aparecer un problema de tipo fisiológico o de tipo psicológico: estos problemas son los que se conocen como trastornos asociados al estrés.
Trastornos asociados al estrés
Estos trastornos surgen cuando:
- Nos exponemos a muchas situaciones amenazantes o a situaciones muy intensas o que duran mucho tiempo y nos exigen un esfuerzo. Suelen ser situaciones novedosas, o que implican incertidumbre o ambigüedad. Puede que nos enfrentemos a muchas de estas situaciones porque nuestro estilo de vida nos lleva a ellas o porque no sepamos cómo resolver un problema y eso haga que se prolongue en el tiempo.
- Vemos gigantes donde sólo hay molinos, es decir, cuando deformamos la realidad viéndola más amenazadora de lo que es, o viendo una amenaza donde no la hay, o cuando tardamos en ver un peligro; o cuando suponemos que no disponemos de estrategias para hacerle frente.
- Nos activamos de manera desproporcionada a la situación, como por ejemplo, cuando reaccionamos ante una lagartija como si estuviésemos entre las fauces de la serpiente traga burros.
- Respondemos de manera inadecuada a la situación, o porque no tenemos las estrategias adecuadas, o porque teniéndolas, no las ponemos en marcha en el momento oportuno, o las respuestas emocionales nos impiden actuar adecuadamente, o existen obstáculos para que lo hagamos.
Resumiendo
Como ya os habréis percatado, la respuesta de estrés resulta muy adecuada en situaciones de estrés agudo (tigres o serpientes en la puerta de casa).
Es menos adecuada en situaciones de estrés crónico (soportar a diario la mala relación con nuestra pareja; acompañar a un ser querido en una larga enfermedad, etc.) ya que produce un desgaste enorme.
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El buen Estrés: una fábula mitológica