Siempre respiramos
Nuestros cuerpos están unidos al planeta por un continuo intercambio de materia y energía con el medio. Una de las formas en que se produce este intercambio es a través de la respiración. Liberación de desperdicios con la espiración, renovación con la inspiración.
Desde el momento en que nacemos hasta que abandonamos este mundo, respiramos (como puedes comprobar soy un gran observador).
Aunque no siempre respiramos de la misma manera. Dependiendo del ejercicio que estemos realizando, así respiramos; pero también nuestras emociones alteran nuestra respiración (¿O será al revés?). Te invito a observar esas variaciones. ¿Cómo respiras cuando estás a punto de dormirte; cuando te enfadas; cuando haces el amor; antes de tener que hablar en público, etc.?
Dos modalidades de respiración
Una peculiaridad muy interesante de la respiración es que tiene dos modalidades.
Por un lado no tenemos que preocuparnos de respirar; es decir, podemos tranquilamente concentrarnos en un libro y no tenemos que estar mandando órdenes a los músculos pertinentes para que provoquen una inspiración y luego…, etc.
La respiración funciona automáticamente, pero si queremos podemos controlarla: detenerla un rato, frenarla, acelerarla, hacerla más profunda…, cosa que no podemos hacer con la digestión, por poner un ejemplo.
Más conscientes de estar vivos
Ahora viene lo más interesante y lo más peculiar con respecto a la respiración y lo que hace de ella una herramienta insustituible.
Si prestamos atención a nuestra respiración es probable que seamos más conscientes del hecho de estar vivos.
Además, como cambia continuamente, nos puede ayudar a sentirnos cómodos con el cambio, cosa inevitable en esta vida y que muchas personas se obstinan en olvidar.
La respiración puede ser una buena maestra en el arte de ser flexibles, de participar gozosamente en los ciclos y flujos de la vida, en aprender que las emociones modifican nuestra respiración y, por tanto, nuestra vida de manera a veces sorprendente.
Nos ayuda a meditar
Otra ventaja de la respiración: es imposible dejarla olvidada en ningún sitio; siempre nos acompaña.
Y cada vez que nos damos cuenta de su humilde presencia nos ayuda a situarnos en el presente, en el famoso (y poco frecuentado) aquí y ahora.
Y por si fuera poco, la mejor manera de empezar a practicar ejercicios de meditación, consiste en concentrar nuestra atención en la respiración y ver lo que sucede mientras intentamos mantener la atención sobre el ir y el venir del aire por nuestro cuerpo.
¿Dónde observar la respiración?
Puedes elegir las ventanillas de la nariz. Observa las sensaciones que produce el aire al pasar por ellas. Puedes elegir el pecho, que sube y baja rítmicamente.
También sube y baja la barriga.
No importa el lugar que elijamos, lo interesante es que nos percatemos de las sensaciones que se despiertan en ese lugar cuando respiramos.
Sentimos el aire rozando la nariz, o sentimos como se hincha y deshincha el pecho. Notar la respiración en el vientre resulta especialmente relajante.
¿Cómo prestarle atención?
Si decides prestar atención a tu respiración, procura prestarle atención y nada más.
No quieras modificar ni su ritmo, ni su profundidad.
Déjala a su marcha, como probablemente la hayas dejado a su ritmo durante años sin prestarle la más mínima atención. Ahora se trata de que la observes, sin más.
Tampoco se trata de pensar sobre la respiración. Con que tenga conciencia de ella, con que captes las sensaciones relacionadas con ella, tienes de sobra.
Cuando prestes atención a tu respiración, en cualquier momento del día, estarás conectando con el presente y con tu cuerpo, estarás entrando en una conciencia meditativa que te ayudará a estar más consciente de la vida y, por tanto, más preparado para disfrutarla.
Unos minutos al día dedicados a la respiración
Si decides dedicar en exclusiva unos minutos al día a esta maravillosa compañera que es la respiración, puedes sentarte o tumbarte mientras la observas; o puedes elegir si prefieres tener los ojos abiertos o cerrados. Comprueba qué es lo que te va mejor.
Intenta mantener la atención durante toda la duración de la inspiración y luego acompaña a la espiración durante toda su andadura.
Cuando te des cuenta de que tu mente se ha ido por los cerros de Úbeda, es decir, que se ha puesto a divagar, tráela amablemente de nuevo a la respiración.
No te impacientes si notas que tu mente da más brincos que un mono excitado. Es lo habitual. Se irá calmando con la práctica.
Una anécdota
Te aseguro que volveré a escribir sobre la respiración. Ojalá que respires mucho y bien y que seas consciente de la maravilla que eso supone.
Y ahora que digo esto, se me viene a la cabeza una anécdota que tiene que ver con mi abuela.
Mis abuelos solían venir a quedarse en mi casa algunos días al año. Mi familia y yo habíamos decidido pegar en la nevera un cartel que decía: “Respira”. Después de leer este artículo supongo que entenderéis el sentido de esa exhortación.
Pero mi abuela no lo tenía tan claro y un día, después de estar unos segundos parada delante de la nevera, me dijo:
-¿Por qué dice esa pegatina que respire?¿Acaso no respiramos todos y todo el rato?
-Si, le contesté, pero hay maneras y maneras.
Te propongo leer otro artículo que tiene que ver con la respiración: