Favoritismo a favor del cuerpo
Un niño pequeño sabe muchas cosas relacionadas con el cuidado de su cuerpo, desde mantenerlo limpio hasta cómo curar una herida o cómo protegerlo de accidentes que lo puedan lastimar, pero sabe muy poco o nada sobre como cuidar la mente.
Si tienes hijos, estoy seguro de que les has enseñado las normas básicas relacionadas con la higiene física, con la salud de su cuerpo.
¿Has hecho lo mismo con la higiene mental? ¿Les has enseñado a curar sus heridas emocionales? ¿Alguien te lo enseñó a ti cuando eras una criatura?
¿Cómo es que le damos tanta importancia al cuidado del cuerpo y tan poca al cuidado de la mente?
Nos comportamos, con respecto a nuestra mente, como si hubiésemos heredado un huerto y nos sentáramos tranquilamente a esperar a que las lechugas y las cebollas crezcan solas perfectamente colocadas en líneas.
Las heridas emocionales
Creo que no exagero si afirmo que sufrimos muchas más heridas emocionales que heridas físicas.
¿A qué me refiero?: sensación de fracaso, rechazo, soledad…
También supongo que estarás de acuerdo en que ese tipo de emociones puede afectar a tu vida de una manera bastante destructiva. Pero, curiosamente, las observamos como si se tratase de un fenómeno meteorológico sobre el que no tenemos ningún poder.
Si sientes un dolor persistente en el pecho, por ejemplo, visitarás varios médicos hasta que quede claro de qué se trata. Hasta puede que vayas a urgencias. Y si no lo haces, las personas que te quieren te insistirán para que lo hagas.
Pero si sientes un persistente e intenso dolor emocional no tomas ninguna medida y, además, las personas que te quieren es probable que te digan que te quites eso de la cabeza, que sólo son tus imaginaciones.
Supongo que estarás de acuerdo en que nos comportamos de manera muy diferente cuando se trata de cuidar el cuerpo que cuando se trata de cuidar la mente.
Lo que dice la ciencia
Centrémonos en la soledad.
Las investigaciones dicen que la sensación de estar aislado, además de hacer sentir muy mal, puede afectar intensamente a la salud física: aumenta la presión arterial, deprime al sistema inmunitario haciéndonos más vulnerables a todo tipo de enfermedades. Puede, incluso, aumentar el riesgo de muerte de una manera significativa.
La soledad persistente puede matar.
Y lo mismo podríamos decir de las otras heridas emocionales si no se curan a tiempo.
Por ejemplo, la sensación de fracaso. Una sola experiencia de fracaso puede hacerte creer que siempre será así y que, por tanto, no merece la pena que vuelvas a intentarlo porque volverás a sentir las dolorosas consecuencias del fracaso.
Si crees que fracasarás te comportarás de manera que harás real esa creencia. Funcionarás por debajo de tus posibilidades. Dejarás escapar muchas de las oportunidades que la vida ponga delante de ti.
Resulta realmente complicado cambiar nuestras creencias.
Detener el sangrado emocional
Conviene que tomes el control y que luches contra los sentimientos de impotencia.
Conviene que detectes los círculos viciosos de la negatividad para detenerlos.
Nuestras mentes y emociones no suelen ser los amigos cariñosos y de confianza que nos gustaría que fuesen.
¿Te has fijado cómo a veces una parte de tu mente te critica con una dureza más propia de un encarnizado enemigo que de una fuerza aliada? ¿Cómo ataca en los momentos en que más necesitarías palabras de apoyo porque has sufrido un disgusto, te has sentido abandonada o herida de cualquier otra forma?
Lo que hacemos a veces con nuestras heridas emocionales es similar a que te cayeras y te hicieras una herida en la rodilla y, al notar el dolor, te dedicaras a agrandar la herida rozándola contra una pared.
Es evidente que no mantenemos una adecuada higiene de nuestra mente. No tenemos muy en cuenta el cuidar nuestra salud psicológica.
Convendría que nos tratásemos a nosotros mismos con el mismo cariño y compasión conque solemos tratar a nuestros seres queridos cuando están pasando un mal momento.
Medidas protectoras para cuidar la mente
Una de los enemigos de los que conviene que nos mantengamos alejados es de la rumiación.
Psicológicamente, rumiar es cuando le damos vueltas sin parar a algo doloroso que nos ha ocurrido. Cuando no puedes parar, aunque quieras, de repetir la escena en la pantalla de tu mente durante días, o semanas.
Y se puede convertir fácilmente en un hábito. Un hábito que pasa factura porque le dedicamos demasiado tiempo a enfocar la atención en pensamientos negativos, lo que hace que corramos el riesgo de caer en el pozo de la depresión, o del alcoholismo, o de algún desorden de la alimentación, o que acabe afectando a nuestro corazón.
El hábito de la rumiación puede resultar difícil de abandonar. Pero, por supuesto, con un cierto entrenamiento es una mala costumbre que podemos dejar atrás.
Conviene que te pongas en acción si notas que la soledad te está abrumando. Que cambies tus respuestas internas ante los rechazos que puedas sentir. Qué aprendas a manejar adecuadamente los pensamientos negativos que surgen en tu mente.
Puedes mejorar tu fortaleza emocional.
Si mejoramos nuestra higiene emocional mejorará nuestra sociedad.
Recuerda el cambio espectacular que supuso hace no muchos años la mejora de algunas medidas de higiene física.
Sintiéndonos mejor con nosotros mismos también nos sentiremos mejor con los demás. Contribuiremos a crear un mundo en donde haya menos sentimientos de soledad y tristeza; donde podamos desarrollar más fácilmente nuestros potenciales para poder compartirlos.
También te puede interesar un artículo que he escrito sobre las preocupaciones y que tiene que ver con lo que hemos tratado anteriormente:
Comentarios 1
Me interesa saber porque tengo frustraciones y quiero estar bien. Cuando realmente no lo estoy.