Conversaciones sin fin
Nos pasamos el día conversando: con nosotros mismos y con los demás.
Con algunas de esas conversaciones nuestros horizontes vitales se expanden y, con otras, se encojen.
Supongo que te habrás fijado que, cuando te ves dentro de un problema que compartes con otras personas, cada uno de los participantes tiene su propio punto de vista a la hora de explicar el origen del problema, el cómo ha evolucionado, cuál puede ser la solución, de quién es la culpa.
Ocurre con frecuencia que lo que yo puedo ver como un problema para otra persona no suponga problema alguno; o lo vea situado en otro lugar.
Y entonces nos dedicamos a defender nuestro punto de vista; a convencer a nuestro interlocutor de que estamos en posesión de la verdad. Nos dedicamos a esas tareas hasta el agotamiento.
Y puede que llegue a la siguiente conclusión: yo no tengo ningún problema; el problema lo tienen los demás. Y esto ocurre, me digo a mí mismo en plena ofuscación, porque son unos cabezones, o mal intencionados, o están mal de la cabeza, etc.
Entonces lo que podría ser una conversación creativa en donde se disuelven los problemas y surgen nuevas posibilidades de relacionarnos satisfactoriamente, se convierte en un abismo.
Casi nunca se nos ocurre que puedan coexistir diferentes puntos de vista; que esos puntos de vista pueden ser complementarios y enriquecerse unos a otros.
Dicho de otra manera: cada uno cuenta la historia a su manera, según sus experiencias vitales, sus objetivos, su estado de ánimo del momento.
Y esa historia está cambiando constantemente según conversamos con nosotros mismos y con los demás. Esas conversaciones hacen que se transforme lo que nos contamos sobre el mundo y sobre quiénes somos.
Así que espero que estés de acuerdo (si no lo estás me encantaría conocer tu punto de vista) en que es un asunto muy importante que mantengamos conversaciones que amplíen nuestras posibilidades en la vida.
Y que para mantener ese tipo de conversaciones es fundamental que mejoremos nuestra capacidad de escuchar.
El arte de escuchar
A continuación te ofrezco algunas recomendaciones que te pueden ayudar a adquirir maestría en el arte de conversar.
Comprueba, cuando estés escuchando, que has entendido adecuadamente lo que tu interlocutor te ha dicho. Sólo él puede confirmarte que se ha sentido plenamente comprendido.
Para esa comprobación puedes utilizar encabezamientos como los siguientes:
Creo entender que quieres decirme que…
Parece como si quisieras hacerme saber…
Suena lo que dices a …
Expresa solamente lo que crees que la otra persona ha intentado decirte.
Abstente de interpretar lo que ha dicho o de hacerle saber cuál es tu reacción (ya habrá momento para esto último).
Si no te confirma que le has entendido adecuadamente conviene que se lo preguntes:
¿Lo he entendido tal cual me lo querías decir?
También es recomendable que le preguntes si tiene algo más que añadir, que exprima el limón al máximo (o, más bien, que lo exprima hasta que se quede satisfecho).
Y ahora si puede ser el momento de que le digas cómo sientes en tu interior lo que te ha dicho. Y así se cierra este pequeño ciclo de conversación.
Y podéis comenzar otro ciclo en donde seas tú quien se expresa y tu interlocutor se dedica a escuchar.
Algunos consejos para no meterte en lios
- Procura que los turnos para hablar sean breves. Si son muy largos es difícil que te acuerdes de todo lo que el otro te ha dicho cuando intentas hacer un resumen para comprobar que le has entendido adecuadamente.
- Esfuérzate por crear un espacio seguro en donde podáis expresaros libremente. Evita juzgar, interrumpir, recriminar.
- Es mucho más importante la relación que tener razón. El que no estéis de acuerdo sobre algo no significa que dejéis de apreciar el valor que tenéis como personas.
- Evita también salir huyendo, ser una persona destructiva, o utilizar contra el otro información que en algún momento de intimidad compartió contigo.
- Conviene que hables y escuches sintiendo la totalidad que hay en tu interior: pensamientos, recuerdos, emociones, sensaciones físicas. También teniendo en cuenta la conversación que mantienes silenciosamente en tu intimidad.
- Cuando estés utilizando tu turno para hablar acuérdate de hacer saber si te has sentido entendida.
- El diálogo continuará hasta que ambos os sintáis escuchados y comprendidos.
Algunas precauciones más
- Evita por todos los medios el adivinar lo que tu interlocutor piensa o siente. La única manera posible de que sepas cómo se siente o qué piensa es preguntándoselo.
- Se honesta y di lo que es verdad para ti en ese momento.
- Habla en presente. Pregúntate: ¿Qué sensación tengo ahora dentro de mí?
- No todos aguantamos las situaciones conflictivas de la misma manera. Ten en cuenta tu nivel de tolerancia y el de tu compañero de conversación. Puede que convenga introducir una pausa ; eso sí, siempre que se acuerde previamente cuándo reanudar la conversación.
Una reflexión final
Según aprendemos a conversar, a resolver nuestros conflictos de una manera sana, respetuosa, cariñosa, tolerante, estamos contribuyendo a que el entendimiento en este planeta que compartimos se incremente (cosa que supongo que estarás de acuerdo en que hace mucha falta).
Contribuiremos a crear efecto rebote que resultará beneficioso para nosotros, nuestras familias, amigos, nuestra sociedad y, al final, será beneficioso para la gran familia que formamos todos los seres vivos.