La sanidad del futuro que imagino: médicos y psicólogos unidos
Tengo la profunda convicción de que la salud de la población mejorará si mejora la colaboración entre médicos y psicólogos.
El futuro para la sanidad que me imagino como deseable incluye una integración entre medicina y psicología, entre cuerpo y mente.
En mi práctica profesional como psicólogo que se dedica a cuestiones relacionadas con la salud me proporciona una gran tranquilidad saber que las personas que me consultan están perfectamente atendidas por médicos que cuidan de su salud física.
Ahora me pongo en el lugar de los médicos.
Algunas de las personas que atiendo me relatan largos peregrinajes por las consultas médicas y por los servicios de urgencias hospitalarios.
Buscan una explicación a los síntomas físicos que padecen.
Después de exámenes exhaustivos y muchas pruebas complementarias los médicos les comunican que no encuentran ningún problema físico.
Intento imaginarme lo que se les pasará por la cabeza a los médicos cuando atienden a pacientes que desarrollan síntomas físicos inexplicables orgánicamente.
Cuando tienen la impresión de que esos pacientes están interpretando sensaciones físicas normales como si fuesen pruebas de enfermedades graves; o cuando casi palpan los problemas emocionales que parecen querer manifestarse a través del cuerpo.
En esos casos creo que será un alivio para el médico saber que su paciente decide pedir ayuda a un psicólogo.
Problemas psicológicos que causan síntomas físicos
Y es que existen unas cuantas dificultades psicológicas que tienen la fea costumbre de generar síntomas físicos como desmayos, nauseas, taquicardias, hipertensión, etc.
Dificultades psicológicas que le hacen creer a quien las tiene que padece una grave enfermedad cuando nota algún dolor en el cuerpo, o descubre una mancha en la piel, o un pequeño bulto; lo que no hace más que aumentar el número de síntomas y su intensidad (los seres humanos tenemos una increíble capacidad para asustarnos a nosotros mismos).
Problemas emocionales que se disfrazan de alteraciones neurológicas produciendo entumecimiento de algún miembro, incluso parálisis, o cosas tan espectaculares como sordera o ceguera.
Conflictos emocionales que se expresan como dolores intensos y persistentes que no pueden explicarse por patología orgánica alguna. Incluso esos dolores pueden ser inconsistentes con la distribución anatómica del sistema nervioso.
O que se manifiestan como preocupaciones desproporcionadas por defectos físicos inexistentes.
Me pongo en el lugar del médico
Comprendo que no es fácil para el médico decirle a su paciente que lo más probable es que esté sufriendo un problema psicológico.
Primero porque, aunque haya mirado con lupa y no haya encontrado ningún problema físico, puede equivocarse y la persona estar enferma. La medicina no es una ciencia exacta.
Así que decirle a alguien que sufre las consecuencias de tantos síntomas físicos que no le pasa nada médicamente relevante es una decisión delicada.
Y más teniendo en cuenta esta “moda” peligrosa de denunciar a los médicos a la mínima de cambio por mala práctica profesional.
Peligrosa para ellos y para toda la sociedad porque no contribuye a que los médicos trabajen con la suficiente tranquilidad que requiere su exigente profesión.
Segundo, supongo que temerá que su paciente se enfade y considere que le ha insultado, o algo por el estilo al decirle que tiene un problema psicológico: como si le estuviese llamando loco.
Porque parece que las dificultades psicológicas son algo así como defectos de carácter que tenemos que ocultar, o defectos morales.
Cuidar el cuerpo, cuidar la mente
Entendemos con facilidad desde que somos niños la necesidad de cuidar el cuerpo y la conveniencia de pedir ayuda a los profesionales sanitarios cuando enferma.
Lo de cuidar la mente no se entiende de la misma manera. Más bien solemos creer que la mente no necesita ningún tipo de higiene, que se apaña sola.
Y que, por supuesto, no necesitamos a nadie para que nos ayude a cuidarla.
Sobre este tema he escrito el siguiente artículo, así que no insisto más ahora:
El cuerpo es algo que consideramos que tenemos, como tenemos un coche, y lo llevamos a reparar cuando se estropea (al cuerpo y al coche). En cambio, con la mente nos identificamos: es lo que somos.
Por eso una dificultad mental la entendemos como un defecto personal, cosa que hacemos en menor grado con las dificultades físicas.
La mente es algo muy íntimo que no estamos fácilmente dispuestos a mostrar a ningún profesional.
Sobre la diferente manera de entender la mente y el cuerpo tengo escrito este otro artículo:
El apuro de los médicos
Así que comprendo que muchos médicos sientan apuro a la hora de decirles a sus pacientes que tal vez lo que les pasa y que genera tantos síntomas físicos sea un problema psicológico.
Me vuelvo a poner en el lugar del médico y lo siguiente es lo que le diría al paciente (o algo parecido) si estuviese en su lugar:
“Los pensamientos que tienes afectan a tu cuerpo, así como le afectan las emociones.
Si te imaginas que te ocurre un desastre, esos pensamientos desencadenarán emociones relacionadas con el temor, el desamparo, y cosas por el estilo que a su vez provocarán cambios en tu cuerpo como sudoración, taquicardia, tensión muscular, etc.
Los estados corporales, a su vez, afectan a tu mente.
No tienes más que recordar momentos en los que te duele la barriga porque algo que has comido te ha caído mal para ver cómo tu mente queda enganchada al dolor y ves la vida entera a través del dolor.
Cuando tienes ciertos síntomas provocados por una emoción puede que los interpretes como una evidencia de que tienes una enfermedad.
Esa preocupación hace que el cuerpo reaccione con más síntomas; que tu mente vuelve a interpretar como una evidencia de una enfermedad.
De esta manera se retroalimentan la mente y el cuerpo. De esta manera te asustas a ti mismo.
Así que creo que será muy beneficioso para ti aprender a manejar esos pensamientos que generan emociones que a su vez hacen que se disparen muchos de los síntomas físicos que padeces”.
Ojalá que este artículo sirva para avanzar un poco hacia la integración de la medicina y la psicología, hacia la comprensión mutua entre médicos y psicólogos, hacia el profundo entendimiento de que la mente y el cuerpo forman una unidad indivisible.